Por Virginia Alverdi
Para quien mantiene su capacidad de asombro, hermosa posibilidad humana de vibrar ante un acontecimiento que lo maraville, o conduzca a un estado cercano a la levitación, este contacto visual con una obra de impecable técnica, en que un artista contumaz, de imaginación generosa y mano diestra en el manejo del carboncillo como parte de obras en una técnica mixta de original factura, es la muestra que Rafael Calvo presenta en estas telas, enigmática realización en la que aflora la saga de una investigación que aun tiene mucho fruto que ofrecer.
Lejos de la imagen folklórica y barata que tanto daño ha hecho a la memoria, en estas obras toman cuerpo los símbolos encerrados en las marcas tribales que están presentes en el rostro de africanos, muchos de ellos convivieron con nosotros en las escuelas en el campo de la Isla de la Juventud, en una etapa en que la épica cotidiana hizo de un territorio impregnado de leyendas de corsarios y filibusteros, una tierra de promisión.
Sin que medie el aplatanamiento y la distensión en sus conceptos, la creación del artista pinero toma de sus apuntes y fotos la fuerza que se convierte en estas obras, en las que habituales líneas y trazos se hacen más fuertes, hasta lograr, este sentido de profundidad. Son señales, elementos de una cultura fuerte que afloran, en medio de un ambiente un tanto ajeno, para así consolidar su presencia.
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