lunes, febrero 13, 2006

RAFAEL M. CALVO Y SUS INSTINTOS DEL MONTE

Por NANCY MOREJÓN
Premio Nacional de Literatura 2001



El pintor Rafael M. Calvo lleva en su sensibilidad un camino que se bifurca en dos islas o, más bien, que ha querido situarse --por elección y por derecho propio-- en una suerte de balancín mecido entre una isla inmensa (Cuba) y una isla breve (Isla de la Juventud). En ese espacio prometedor --rodeado de ensueños por todas partes-- asoma su buena cabeza un arte tan original como conmovedor, tan fino como taciturno, pues lleva en su entraña aguas y máscaras lavadas, en un magistral juego de luces y sombras, asentadas todas en tierras que el artista junta para nosotros que venimos desde muy lejos, como su oficio ha declarado con tanta hermosura en esta muestra.

Instintos del monte es un surtidor de espíritus ancestrales, de fuerzas telúricas, invocadas a través de un pincel y un carboncillo, que recrean un ánimo de bronce, como nuestro carácter, volcado hacia el hallazgo de nuevas formas cuyo emblema es cantar a la liberación más natural de los componentes integradores de la cultura cubana. Este pintor, en su comunión con lo cotidiano de su isla breve, anduvo entre estudiantes africanos y sus rostros lo acompañan, desde entonces, con la misma eficacia con que los cubistas del siglo pasado se detuvieron ante el ejemplo enriquecedor de las esculturas bambaras cuya existencia misma cambió los rumbos del arte europeo para siempre.

Algo ha sucedido. Algo acaba de nacer como quien se lanza a un mar de identidades en recogimiento absoluto. Estas obras subyugan el ojo del espectador que salta de gozo ante tanto maravilloso misterio entre figuración y motivos que alientan en el sosiego que el pintor ha conseguido encontrar para su mundo interior y para el nuestro. Es intransferible el horizonte que va saliendo de estos instintos, de este monte callado, sereno, pleno de signos que nos envuelven en su mágico rumor comunicativo. Esta muestra reclama atención demorada de quien la contempla por placer o por disciplina. Ante ella, hay que detenerse y disfrutar su regalo de cubanía y opacidad; su tierno acabado material; su cercanía, su lejanía, en fin, su espléndida naturaleza. El porvenir fijará temas y nos confirmará la excelente factura de esta obra que ya se expresa en su justo lugar que será el de un favorito. Lector, no demores tu visita a esta experiencia que te aseguro no podrás olvidar.

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